domingo, 14 de febrero de 2010

Tu misión es la paz

D. Miguel Conesa nos habló este viernes pasado sobre el pecado capital de la ira.
Si nuestro fin es ser hijos de Dios, debemos abandonar el pecado. Éste destruye la amistad con Jesús y nos afea el alma y, también, la cara. Cuando no tenemos el dominio de nosotros mismos la cara se nos cambia, el rostro se afea porque reflejamos la fealdad del pecado, del demonio.
Allí donde vayamos nos acompañan nuestras debilidades y pecados, debemos pedir siempre y en todo lugar al Señor nos ayude a vencerlos. En este caso solicitar a Dios Nuestro Señor paz y calma, y practicarlas en aquellas ocasiones que nos presente la vida.
A veces ponemos buena cara con la gente de la calle y, al llegar a casa, sacamos nuestra peor cara, avinagrada. Los que tenemos a nuestro alrededor pagan nuestro mal humor, nuestra ira. Detrás de la ira anda el orgullo.
Para combatir la ira, como cualquier otro pecado, debemos ir a confesarnos constantemente. La gracia sacramental nos fortalecerá y nos ayudará a ser más perfectos, es decir, más felices.
San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, a la más mínima contrariedad se llenaba de ira y delante de Jesús Sacramentado, como hacemos nosotros cada viernes, pues, él Le pedía dominio de sí mismo. Sin embargo, este santo es conocido como el santo de la dulzura. Acordémonos de San Pablo, cuando nos dice: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Pudo vencerse a sí mismo por su esfuerzo y la gracia. Por tanto, formar nuestro carácter para agradar a Dios y los demás.
Tu misión es la paz para construir la "Civilización del amor, la cultura de la vida" a ejemplo de Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario